domingo, 8 de julio de 2012

El Vuelo de la Paloma de Plata


Ella sale al escenario, esta vestida de plata, su rostro perfectamente iluminado y es precisamente como una bala de plata que se tiene que deslizar entre telas, columpios y formas geométricas en ese espacio en que se mueve y pretende volar. Es la acróbata más joven que tiene el espectáculo y es su acto uno de los más esperados por los cientos de personas que cada tarde van a verla subir, saltar, volar y porque no, soñar.
Ya está lista para que empiece su acto, sube por una escalera de tela hasta la base de metal ubicada a unos 10 metros de altura, donde la espera una cuerda tendida la cual tiene que cruzar hasta llegar al otro extremo y finalmente descender. Esta nerviosa, este acto lo ha practicado muchas veces para que salga perfecto.
Ha llegado hasta la primera plataforma de metal. Empieza a caminar sobre la cuerda fija, la mirada erguida, con el único objetivo trazado de llegar hasta la otra base de metal y acabar con el acto, no piensa en nada, la mente en blanco como le ha enseñado su maestro tantas veces cuando el miedo la rodea. En la mano derecha lleva un abanico grande de papel y este le sirve de apoyo, de punto de equilibrio para no caer. A lo lejos escucha como un suspiro, la voz de los cientos de personas allá abajo, sentados muy cómodos y seguros en sus asientos de madera. Ella, está casi a la mitad del camino de cuerda entre su base de metal y la base que señala la llegada. De pronto, se apodera de ella un terror inmenso, mira hacia abajo y se le nubla la vista, una corriente traicionera de aire hace que el abanico que tiene en la mano izquierda, y del cual se aferra para no caer, se le vuele. Ha quedado sin su punto de apoyo, logra avanzar dos pasos más y cae silenciosamente.
Siente como su cuerpo cae y cae sin remedio alguno. Una bola de fuego se apodera de su estómago, sube hasta sus oídos causándole un dolor de cabeza insoportable. Se desespera y sólo cierra los ojos para esperar lo peor. Las lágrimas caen por sus mejillas y por un segundo le parece poder ver la expresión de horror en los rostros de las personas que desde abajo la miran desconcertados sin poder ayudarla y solo limitándose a ver como su cuerpo cae como una paloma herida. Ya debe de estar por tocar el suelo, hace unos segundos que dejo de sentir el calor intenso de los reflectores sobre su cuerpo joven y esbelto, ahora sólo puede sentir ese sudor terrorífico que experimentamos al encontrarnos en un momento extremo.
De pronto siente un fuerte impulso sobre su espalda, eso le hace abrir los ojos con fuerza y darse cuenta de que ese rebote es producto del impacto de su cuerpo contra la red de seguridad que está extendida un par de metros antes de tocar el suelo. Lo había olvidado por completo, en su desesperación y terror no recordaba la red de seguridad que esta tendida para casos de emergencia como el suyo.
Ya todo ha dejado de verse borroso, la intensidad de aquel fuego que sentía en el estómago ha desaparecido y ya no siente miedo ni ansiedad. Ahora está echada con los ojos cerrados en la red de emergencia, a lo lejos siente como un rugido se acerca cada vez más y más hacia sus oídos, se pone alerta, abre los ojos y finalmente se da cuenta que aquel rugido que escuchaba no es más que el aplauso fuerte, decidido y sincero de la gente que la vio caer de aquella cuerda y que espera que ahora ella, segura de sí misma, se levante como un ave fénix, fuerte, valiente e inmortal.
Baja de la red y se acerca al público, quien se pone de pie para aplaudirla fuertemente, ella les muestra su gran sonrisa y sus ojos se inundan de lágrimas, se queda mirándolos por un momento, se da media vuelta y empieza a caminar lentamente hacia la escalera de tela, sube nuevamente.
Lo va a intentar de nuevo, esta vez con pasos firmes y mente concentrada, aferrada a su único soporte, el abanico grande de papel. Es su última oportunidad y no puede fallar, visualiza la meta y ahí va… 


No hay comentarios:

Publicar un comentario